lunes, 8 de junio de 2009

¿Padres, educación?

El otro día, andaba yo por la puerta de un colegio a una hora de máximo riesgo. En segundos la calle se llenó de mocosos ( y mocosas, no vayan a enfadarse las feministas) que correteaban de un lado a otro sin sentido. Aturdido, me encontraba en la ardua tarea de esquivar tanto menor (aquí, que les den, porqué “menora” es una aberración lingüística) descontrolado, cuando una madre en carrera encaró hacía mí. El miedo me atenazó al momento, imagínense ciento veinte kilos de masa a una velocidad mínima de entre diez o once km/h, puede suponer un impacto de considerables proporciones. Vamos, un tortazo de los que se cuenta ingresado en el hospital con politraumatismo y necesitas ayuda hasta para que te la aguanten a la hora del pipi, que si la enfermera está bien tiene un pase, pero si te toca un celador de barba y manos con dedos de chorizo (choriza si quieres reflejar un lenguaje más femíneo de forma y absurdo de contenido) la verdad es que se te encoge hacía dentro y no sale en tres días, aunque vuelva la enfermera. A eso, que ante el inevitable choque, pude evitarla con una finta en el último momento, de ésas que echan de menos los boxeadores antes del KO, salvándome de conocer al susodicho sanitario. Posteriormente vi con horror, que todo aquel derroche de energía en mover el voluminoso cuerpo, sólo era una cuestión de alimentación infantil. Me explico
; se trataba de perseguir a una niña de aspecto desliñada con gorra béisbol hacía atrás, tal y como manda los cánones de moda juvenil, para que una vez capturada engullera un trozo de bocadillo (o bocata, perdón que es más molón y femenizante). Cuán de importante sería para esa madre, la ingestión de esa minúscula porción de alimento por parte de aquella criatura. El desarrollo y crecimiento de la niña se vería seriamente comprometido por la inanición, a la falta de una merienda, sustento vital de aporte energético, con grandes consecuencias de salud en el futuro.
- Yezica comételo todo que si no te voy a castigar. - decía con voz cansada la mujer. - se lo diré a tu padre (ésta precisamente feminista no era)
La niña acongojada y asustada ante tal brutal castigo respondía que por ella cómo si se lo decía a su tía, que la menda lerenda se iba a jugar con el Jonata y er Kevi a los médicos.
Pero la madre, a sabiendas de lo importante de su misión, persistía en seguir a la chiquilla de un lado a otro de la calle. Y de en ningún modo quería castigarla, ni mucho menos amedrentar su comportamiento despectivo hacía con su madre. Dado que aquello delante de sus queridos amigos y amigas (es una lástima que ya no valga el genérico del masculino) podría causarle un trauma psicológico de grandes repercusiones para su desarrollo como persona.
Después de ver aquello fui directo a una empresa de seguros con el fín de contratar un plan de pensión para vejez, no me fío de la generación que nos viene encima.