miércoles, 21 de septiembre de 2011

La partida y la deuda.

Una tarde gris y apagada de frío invierno, de esas que lo único que te apetece es acercarte al máximo a la estufa de gasoil  y jugar una simple partida de ajedrez. En una de esas tardes.  Mi abuelo me contó una de esas historias que sólo la gente mayor, la que lleva un saco cargado a la espalda y soporta el dolor te puede contar.
Mira niño, en este perro mundo, al principio crees que eres como ese rey que tienes en la mano. Altivo, vanidoso y seguro de ti mismo. ¡JA!. No existen reyes donde esconderte, son máscaras. Hermosas máscaras llena de promesas, de sueños y engaños. En realidad no somos más que peones. Y ni siquiera dios, si existe, sabe quién controla las piezas. Porque el rey, bajo su majestuoso aspecto también es un puñetero peón, aunque viva de puta madre, eso sí.
En la guerra, corría una historia en la compañía de asalto. Se decía que había una bala, una jodida bala que llevaba tu nombre escrito, grabado en el frío plomo. Esa bala nunca fallaba y cuando aparecía no perdonaba. Se preguntaba quién escribía el nombre de la víctima en ellas. Los razonamientos eran extensos y complicados a causa del miedo y el alcohol.
¿Dios? A la mierda con él. Ése no escucha ni sus propios eructos, como para  interesarse por sus malditos pedos.   No hijo, no. 
¿El destino? Una puñetera partida de dados amañada. ¡No!
 Simplemente es el impuesto de la vida.  La eterna deuda del ser humano y, su único pago, la muerte.
Aquel día gané mi primera partida a ajedrez con mi abuelo.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El Universo es sexo.


Los físicos son como Mordor, se pasan el día conspirando por tal de recuperar el anillo que gobierna a todos los anillos. En realidad su anillo es esa teoría que las unifica a todas. Lo que no saben apreciar es que el motor de todo el Universo y de todos sus movimientos es el sexo.  Sí, el sexo en el sentido más amplio del término.
Desde el principio, si aquello fue un principio y no un retorno. Desde esa explosión de materia concentrada en un infinito estreñimiento de pasión, el derroche de relación física ha sido tan enormemente grata como una gran eyaculación.  A partir de ahí todo se lanza a una carrera de relaciones mortales, como la materia y la antimateria. O interesantes parejas de energía materializadas con uniones de fuerte arraigo que consiguen crear galaxias y un universo en expansión. Y por qué no, otros multiversos de diferentes relaciones y amores.
Pero en definitiva, esas uniones de partículas con sus extrañas leyes físicas no son más que sexo, unión de las mismas por conveniencia, por resistencia y por la simple satisfacción que provoca una unión sea momentánea o hasta que la energía muera.
La vida apareció cuando unas apasionadas moléculas solitarias decidieron crear relaciones de una manera más elástica con base de carbón.  La magia del momento no paró hasta las primeras células, espíritu de la reproducción que heredan de un universo en expansión y que ellas refuerzan con gratitud.
Sexo que llega a nuestras vidas en todos nuestros ámbitos. Esa imperiosa necesidad de ser seres sociales, compartir, robar, envidiar, desear, amar, odiar…. Todo nuestros avances en la vida son producto de esa sensación de satisfacción por la unión con otro ser. Esa sublime sensación de la entrega de una parte de ti, ese momento que dejas de ser para ser más.