miércoles, 9 de febrero de 2011

Es una cuestión de honor


Es una cuestión de honor, no puedo dejar caer el mundo. Estoy cansado, no sé cuanto hace que lo sostengo, no lo recuerdo, ya hace tanto tiempo que lo aguanto que  casi es parte de mí. Aún veo a un  Zeus todavía poderoso, imponente ganador de la Guerras Titánicas, mirarme con esa sonrisa sardónica tan suya, y con la prepotencia del campeón señalarme con su cetro en forma de rayo. Su voz sonaba cómo el trueno, los más débiles se partían en dos con sólo oírla. Aquel día, fue el principio del castigo divino.  Tenía que sostener los pilares que mantienen la tierra separada de los cielos para toda la eternidad. Pero eso es mucho, incluso para el último Titán del universo, estoy cansado, no sé cuanto podré resistir con este peso que cada día parece que aumenta el doble.  Un día se acerco a mí una gran águila de plumaje rojizo con un mensaje. Es extraño que mediadores ofrece  el destino, graznando como un cuervo me contó cómo había sido parte del castigo que Zeus interpuso a mi hermano Prometeo por haber ayudado a esos pequeños e insignificantes seres.  Como encadenado, mi pobre hermano  en el monte Cáucaso, ella  tenía que destriparle  para comer su hígado, y cada noche Prometeo lo reponía para ser devorado al día siguiente. Una historia triste que Heracles pudo terminar. Ahora aquella águila, libre por fin, quería redimirse ayudándome.  Es una cuestión de honor, no puedo dejar caer el mundo, le dije con aflicción.  El águila rojiza  indico con su garra el horizonte y anuncio la muerte del destino, ya todos están muertos o son súbditos de Hades. No queda nadie, ni Fortuna pudo librase, olvidándose de  su cometido debajo del árbol de la vida. Ya sólo quedas tú, tu castigo y tu honor.
Hoy moriré, lo sé. Es una cuestión de honor, no puedo dejar caer el mundo.  
Aquí reposa Atlas, el último Titán.