domingo, 5 de diciembre de 2010

El septimo sello.


Y el caballero juega a ajedrez con la muerte.

Rara vez, texto e imágenes se combinan de forma tan magistral para formar un film. El propio nombre del caballero, Anthony Block, ya da la primera señal de su identidad. El hombre, su eterna búsqueda de Dios y la muerte como única seguridad.
Un lienzo del juicio final en movimiento, una pintura que se hace notar con la belleza de “travelling’s” regulares y uniformes.
Bergman utiliza mucha simbología para representar el existencialismo, la incesante búsqueda del hombre por encontrarle sentido a la vida. Como se refleja en el dialogo de Block con la Muerte.

—Y, a pesar de todo, no quiere morir.
—Sí, sí quiero.

—Entonces, ¿qué espera?

—Saber qué hay después.

—Busca garantías.

—Llámelo como quiera. ¿Por qué la cruel imposibilidad de alcanzar a Dios con los sentidos? ¿Por qué escondernos en una oscura nebulosa de promesas que no hemos oído y milagros que no hemos visto? Si desconfiamos una y otra vez de nosotros mismos. ¿Cómo vamos a fiarnos de los creyentes? ¿Qué va a ser de los que queremos creer y no podemos? ¿Por qué no logro matar a Dios en mí? ¿Por qué sigue habitando en mi ser? ¿Por qué me acompaña humilde, a pesar de mis maldiciones que pretenden eliminarlo de mi corazón? ¿Por qué sigue siendo una realidad, que se burla de mí y de la que no me puedo liberar? ¿Me escucha? —Lo escucho.

—Yo quiero entender, no creer. No debemos afirmar lo que no se logra demostrar. Quiero que Dios me tienda su mano, vuelva su rostro y me hable.

—Pero continúa en silencio.

—Clamo a él en las tinieblas y nadie contesta a mis clamores.

—Tal vez no haya nadie.

—Entonces la vida no tendría sentido. Nadie puede vivir mirando a la muerte y sabiendo que camina hacia la nada.

—La mayoría de la gente no piensa en la muerte ni en la nada.
—Un día, llegan al borde de la vida y deben enfrentarse a las tinieblas.

—Sí. Y cuando llegan...
—Calle. Sé lo que va a decir. Que el miedo nos hace crear una imagen salvadora. Y esa imagen es lo que llamamos Dios.

—Lo noto preocupado.


La angustia existencial y vacío del caballero que se abren paso a través del Apocalipsis de San Juan, al son de sus siete trompetas. Y a su lado el Carpe Diem de su escudero con sus ganas de vivir.

Una partida de ajedrez, que como la vida misma, cuando termina todas la piezas, grandes y pequeñas, van a parar a la misma caja.