miércoles, 29 de mayo de 2013

NIHIL EST AETERNUM

Nada es para siempre me repito una y otra vez,
aún así sé que hay un rumor de silencio que no acallará nunca.

A veces las paredes y el aire se equivocan de excusas,
manifiesta  inconstancia del aire que no dejas de respirar.

Sueños y trípticos de una vida acorralada sin fronteras
límites inconstantes que tanto tienden a cero como al infinito,
qué más da, si  sólo deseas beber del agua del rio Leteo
absorber olvido aunque sea en el Hades.

Dicen que la suerte está escrita en rojo en un códice
y  arrancar su última página sólo pueden los héroes.

Hay veneno más voraz que la vida.

Quisiera tener la virtud de clavarme un gladius en el corazón
pero mis manos tiemblan con sólo acariciar la empuñadura de cuero,
cobardía inata de un egoísmo  sucio y razonable.

¡Oh Federico! Hazme girar el corazón con tus letras sin la necesidad del viento
ser veleta sin querer arremeter contra el destino de un códice rojo.

Nada es para siempre me repito una y otra vez,

aún así sé que hay un rumor de silencio que no acallará nunca.

viernes, 29 de marzo de 2013

Mi métrica



Estando yo callado, pude medir mis palabras con una métrica aleatoria, resulto que el contexto dependía del acento y el significado del silencio.

jueves, 28 de marzo de 2013

El paseo




A veces de mi boca surgen ecos de mi pensamiento, es duro ver las estrellas en el firmamento y no poder alcanzarlas. Construyes débiles escaleras, que sólo sirven  de camino al Hades.

En la calle, bajo la lluvia, encontré a un mudo que me hablo. Palabras y palabras de silencios contenidos que me causaron cefaleas, que ni el paracetamol alivió y sólo el tiempo digerir puede cuando curva el espacio.

Empapado de esa agua divina intente ver el rostro de Dios, sólo papel mojado, portadas de revistas donde el color es más importante que el acento. El tintineo de las gotas recuerda a una nana y hace que el tiempo se aletargue en diminutas parcelas de espacio, donde vidas enteras transcurren sin saber que la calle esta encharcada.

Veo rostros inmuebles de gran valor catastral que miran absortos la pequeña sonrisa de una niña al balancearse en el columpio. ¿Cuantos jirones de orgullo mueren en la trayectoria que realiza la niña con su sonrisa? Ésa es una cuestión para filósofos de cajetilla de tabaco americano.

Corro y me insulto, me insulto y corro, y no encuentro el camino hasta que vuelo, pero para entonces ya no lo necesito. El viento me libera y como el rey del mundo me proclamo, cuando con un gran eructo anunció el fin de la gravedad.