miércoles, 13 de mayo de 2009

Echo de menos...

Cómo echo de menos aquellas tardes de toros, donde mi abuelo preparaba su mejor porrón de vino a su costado y atendía a la televisión con sumo detalle. Aún no existían toda esas asociaciones antitaurinas y por la RTVE emitían el espectáculo taurino sin complejo alguno. A veces se agenciaba un buen trozo de tocino, del mismo que tenia prohibido consumir por prescripción médica. “Mire Vitorino que tenemos el colesterol por las nubes, que de ahí a una embolia hay un paso.” decía el medico en el vano intento de convencerle. “Que coño sabrá ése matasanos, buenos andaríamos si no pudiéramos comer bien pá cuatro días que me quedan en está condená tierra, a la porra con el medico y su mardito colesterol.” A eso que sacaba su navaja y hacía sonar sus siete muelles bien engrasados. Tajo va, tajo viene, el tocino caía entre comentarios críticos sobre los toreros de hoy en día. A un servidor le tocaba jugar en silencio y sin molestar con respeto de antaño se tenía a los mayores.
Echo de menos las historias de mí otro abuelo, Joseico el rubio lo llamaban, rojillo de joven y decepcionado apolítico de viejo. Un hombre que vivió la guerra civil en un campo de concentración con un pie en la celda y otro en el paredón. Mi padre solía decir que mi madre nació con la mala leche que llevaba el hombre al salir de la prisión. Con su novela del oeste de Epifanía bajo el brazo y su mirada extraviada desde la muerte de mi abuela, pero sin ninguna queja por las malas pasadas que te gasta ésta perra vida cuando quiere.
¡Dios cuantas preguntas perdidas e historias olvidadas por culpa de mi juventud!

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