miércoles, 15 de marzo de 2023

Desde la oficina

 

Desde la ventana de la oficina observó, como cada día, salir del colegio a aquel agradable chaval rubio. Siempre iba solo, nunca había visto a ningún familiar que lo fuera a buscar como a todos sus compañeros. Se despedía de sus amigos y arrancaba calle arriba con una pesada mochila llena de libros, una amplia sonrisa y pasos alargados. Su mirada inteligente le hacía pensar que no tenía ningún problema como estudiante, estaba seguro que sus notas serían de las mejores de la escuela, y su cuerpo atlético, forzosamente tenía que ser el mejor en todos los deportes que se le pusieran delante. Un hijo excelente, el orgullo para cualquier padre.

Ya lo imaginó estudiando derecho en Oxford o en Harvard, miembro del equipo de remo y líder de sus compañeros en los proyectos de carrera. La cara de felicidad de su padre al ver como lanzaba el birrete en la graduación y besaba a una esplendida muchacha de larga caballera rubia.

A través del vidrio levantó la mano en forma de saludo, era la primera vez que lo hacía y le surgió de forma involuntaria. El muchacho lo miró extrañado y sin devolver el saludo siguió avanzando por el mismo camino que recorría cada día.

Él dejó caer el brazo con de decepción. Toda una vida dándolo todo por ellos y lo pagaban con el desprecio. Arrastrando los pies se dirigió a su mesa. Se sintió deprimido: ¿Acaso sería el síndrome del nido vacío?

#historiasdepadres

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